La urgencia de las alertas tempranas en América Latina y el Caribe


1.- CONTEXTO

América Latina y el Caribe (ALC) es una de las regiones más vulnerables del planeta frente a los desastres naturales. Desde huracanes en el Caribe hasta inundaciones en Centro América y sequías prolongadas en el Cono Sur, la frecuencia e intensidad de los eventos extremos ha aumentado drásticamente en las últimas décadas.

2.- DATOS RELEVANTES.

Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), desde el año 2000 se han registrado más de 1.500 eventos catastróficos que han afectado a 190 millones de personas en la región.

Los sistemas de alerta temprana multiriesgo (SATM) se han convertido en herramientas esenciales para mitigar estos impactos. Estos sistemas integran monitoreo meteorológico, análisis de riesgos, comunicación comunitaria y protocolos de respuesta. Su objetivo es anticipar amenazas y activar mecanismos de protección antes de que se materialicen. En 2024, ALC sufrió 74 grandes desastres que afectaron a casi 7 millones de personas y causaron pérdidas económicas estimadas en 10.000 millones de dólares.

3.- Riesgos ligados a la necesidad de fortalecer los SATM

La expansión urbana desordenada, la deforestación, el desplazamiento forzado de las poblaciones, la falta de políticas habitacionales para sectores marginados, la pobreza y la desigualdad en la asignación de tierras, agravan la exposición de las comunidades vulnerables a estos riesgos. Por ello, fortalecer los SATM no solo es una cuestión técnica, sino también una prioridad política y social.

4.- EVENTOS EXTREMOS ASOCIADOS A LA NECESIDAD DE LOS ALERTAS TEMPRANAS

Los eventos extremos que más amenazan a las poblaciones urbanas y rurales en ALC incluyen:

1. Huracanes y tormentas tropicales: Afectan principalmente al Caribe, América Central y la costa atlántica de Sudamérica. Provocan inundaciones, destrucción de infraestructura y desplazamientos masivos.

2. Inundaciones repentinas: Comunes en zonas urbanas con drenaje insuficiente y en cuencas fluviales rurales. Causan pérdida de vidas, daños agrícolas y colapso de servicios básicos en zonas urbanas.

3. Sequías prolongadas: Impactan gravemente a comunidades rurales dependientes de la agricultura. Generan inseguridad alimentaria y migración forzada.

4. Incendios forestales: Aumentan en frecuencia debido al cambio climático y la deforestación. Afectan ecosistemas, biodiversidad y salud humana.

5. Olas de calor y fenómenos climáticos extremos: Afectan especialmente a poblaciones urbanas vulnerables, como adultos mayores y personas sin acceso a refrigeración.

6. Terremotos y deslizamientos de tierra: Aunque menos frecuentes, tienen impactos devastadores en zonas montañosas y urbanas densamente pobladas.

La combinación de estos eventos, junto con factores sociales como la pobreza, el acceso limitado a servicios básicos y la falta de infraestructura resiliente, aumenta exponencialmente el riesgo para millones de personas.

5.- CONSIDERACIONES FINALES

Los próximos cinco años podrían ser críticos para la región. De acuerdo con proyecciones del BID y la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), si no se fortalecen los sistemas de alerta temprana y resiliencia comunitaria, ALC podría enfrentar: Más de 35 millones de personas se verán afectadas directamente por desastres naturales. Con pérdidas económicas acumuladas superiores a los 60.000 millones de dólares y entre 15.000 y 20.000 muertes evitables por eventos extremos.

Estos costos no solo se reflejan en infraestructura destruida o vidas perdidas, sino también en retrocesos en desarrollo humano, educación, salud pública y estabilidad económica. Las comunidades rurales, indígenas y costeras son las más vulnerables, y muchas veces las menos atendidas por los sistemas de alerta convencionales.

Invertir en SATM, educación comunitaria, infraestructura resiliente y gobernanza climática puede reducir estos impactos hasta en un 60%, según estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

En 2022, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, lanzó un llamado urgente: “Cada persona en la Tierra debe estar protegida por un sistema de alerta temprana en los próximos cinco años”. Esta declaración dio origen a la iniciativa global “Early Warnings for All”, liderada por la UNDRR y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Objetivos clave de la iniciativa:

– Cobertura universal de alertas tempranas para 2027.

– Fortalecimiento de capacidades locales y regionales.

– Integración de SATM en políticas públicas y planificación urbana.

– Financiamiento climático para países en desarrollo.

– Inclusión de comunidades vulnerables en el diseño de sistemas de alerta.

En América Latina y el Caribe, esta estrategia se está implementando a través de plataformas como Hidromet, que reúne a expertos, gobiernos y sociedad civil para coordinar esfuerzos regionales. Países como Colombia han avanzado en democratizar el acceso a información climática, traduciendo pronósticos técnicos en mensajes claros para comunidades rurales. En Panamá, al igual que muchos paises de la región, se han dado las directrices, pero falta mucho para ponerlo en acción.

La meta para 2027 es ambiciosa pero alcanzable: que ningún ciudadano del mundo esté desprotegido ante los desastres naturales. Esto implica no solo tecnología, sino también educación, participación comunitaria y voluntad política.

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