CONTEXTO
El título de este escrito puede sugerir que sus elementos apenas tienen relación, pues uno es un pez que nos sirve de alimento y es un recurso económico importante, mientras que el otro es un animal “peligroso” que puede afectar a distinto seres en su hábitat, incluidos los humanos. De esta manera, los problemas vinculados al medio ambiente quedan lejos de las consideraciones corrientes sobre este tema. Sin embargo, esta percepción es errónea, pues la extinción de ambas especies afecta su entorno inmediato, y sus consecuencias pueden ser muy graves.
SALMONES Y JAGUARES: ENTORNOS DIFERENTES, PROCESOS SIMILARES.
El salmón, es parte de la cadena alimenticia de diversos animales marinos o terrestres como ballenas, orcas, atún, focas , águilas, oso negro, lobos, leones marinos, tiburones, nutrias, y el ser humano; todos se afectarían si desaparecen los salmones.
No obstante, no se encuentra en peligro de extinción salvo en algunas regiones de América, como Alaska, Canadá y California, donde factores naturales (cambio climático, aumento del nivel de los océanos), y artificiales (represas, contaminación) afectan el ciclo natural de reproducción.
Pero eso puede cambiar si no se toman medidas. Por ejemplo, entre 2022 y 2023, se pescaron en Alaska nada menos que 390.8 millones de salmones. Si bien por ahora la disminución de estos productos del mar no afectan el clima, ni la vegetación de esta región, sí pueden desaparecer sus depredadores naturales, así como el aporte de nutrientes que sus restos dejan en el océano.
El istmo de Panamá se encuentra alejado de las zonas templadas donde está ubicada Alaska. Así, que salmón más o salmón menos, no nos afecta. De ahí que algunos podrían afirmar que aquella situación no tiene nada que ver con nuestro País; felino más o menos nada debería cambiar algo. Así como: Alaska no se quedará sin agua porque falten los salmones; solo que Panamá está en el trópico, y esto cambia las cosas, porque el jaguar no es cualquier felino, y la preservación de su especie tiene mucho que ver con la cobertura boscosa donde quiera que se encuentren; y en Panamá, igual que en el resto del mundo, no quedan muchos, principalmente nada menos que en el amazonas. Por eso, se considera que está en peligro de extinción; y lo peor es que si esto ocurriera también la especie humana podría estar amenazada. No se trata de una fantasía; esta perspectiva apocalíptica, es real.
En noviembre de 2024 se dio a conocer que la población de jaguares en el área oriental del País se estima en 270 ejemplares. Esta situación surgió del censo realizado en Darién y Guna Yala. por el Ministerio de Ambiente, la Fundación Yaguará Panamá y ONU Ambiente. Aunque en ese momento se calificó ese número como saludable, esta apreciación contrasta con lo que está ocurriendo en el hábitat del felino más grande de América.
PANAMÁ: COBERTURA BOSCOSA Y BIODIVERSIDAD
Aunque en Panamá son múltiples y reiteradas las advertencias acerca de la importancia de los bosques para mantener la dotación de agua de una región, no parece que las acciones desplegadas para mantenerlos están logrando revertir la devastación creciente de ese entorno natural. Según el Ministerio de Ambiente, el diagnóstico realizado sobre la cobertura boscosa en el País (2023) contabilizó un total de 4, 737, 8873 hectáreas de bosques y tierras boscosas. Pero, aunque esa cifra parece muy grande, también indicaron que “…en sólo dos años se han perdido 352,873 hectáreas, poniendo en riesgo la biodiversidad, las cuencas hidrográficas, los ríos, el agua, y la sostenibilidad ecológica de la nación”; la situación es más grave en Veraguas, Coclé y Darién.
Si la devastación de los bosques continúa a ese ritmo, en los próximos diez años el País perdería alrededor del 38% de sus bosques (1,764,365 hectáreas); y con ello, seguramente, al jaguar le quedaría muy poco de su hábitat; y, por consiguiente, aumentaría el peligro de perder en pocos años gran parte de la cobertura boscosa que nos quede.
El problema no es causado sólo por la deforestación, pues otros fenómenos afectan notablemente la pérdida de masa vegetal, como los incendios, el avance de la frontera agrícola, la introducción de especies exóticas. Algunos de esos eventos no pueden ser controlados por el ser humano, pero otros sí.
En Panamá la problemática ambiental ha sido señalada desde hace más de 50 años, y hoy, nuestro País cuenta con diferentes asociaciones, organizaciones y proyectos públicos o privados que procuran mitigar o revertir los efectos de aquellos factores. No obstante, esos esfuerzos y logros, la realidad muestra que no son suficientes. Por eso, quizás la pregunta necesaria es ¿Qué está faltando?
Quizás es necesario tener en cuenta que la problemática ambiental no se resuelve a nivel de acciones aisladas. Para ello, no hay que pasar por alto que la integración de diferentes elementos de un sistema solo es posible si existe un marco de referencia, y una secuencia de hechos que faciliten esa tarea. Esto puede ocurrir, por ejemplo, si de forma no prevista coinciden dos documentales que presentan detalles importantes acerca de las interacciones entre seres vivos que, aunque diferentes, cumplen con funciones inscritas en sus genes, todas, vinculados a la problemática ambiental. Ese es el caso de los animales a los que se refiere el encabezado de este escrito.
Pero tal circunstancia no es tan frecuente, y mucho menos que el mensaje llegue por esa vía a quienes toman decisiones que tienen que ver con lo que está ocurriendo. De ahí que podría afirmarse que, sin una acción sistemática, no cabe esperar que las personas comprendan la magnitud y complejidad de la problemática ambiental. Los documentales que muestran la atención al Águila Arpía, al Jaguar, a los primates, al sostenimiento de los bosques y la biodiversidad, son importantes. Sin embargo, tomar nota de que la profundidad de la problemática ambiental va mucho más allá de la protección a las especies, la reforestación, las formulaciones legales, o el reciclaje como acciones específicas sin que exista ninguna relación entre ellas.
La naturaleza, sin el ser humano, se encargó de colocar a los seres vivos en un medio ambiente en el que cada especie encontró las formas de sobrevivir y evolucionar conforme a las transformaciones que ocurrieron durante miles de años en diferentes épocas debido a fenómenos naturales.
En ese trayecto, como ha demostrado la ciencia, ninguna de esas transformaciones acabó con la vida sobre el planeta tierra. Por el contrario, la biodiversidad se modificó en múltiples ocasiones; y en cada una de ellas, es evidente la existencia de una constante autorregulación del entorno natural: Hasta que los humanos comenzamos a afectar la naturaleza, creando ambientes artificiales cuyo impacto amenazan, tanto la calidad de vida, como nuestra propia existencia.
De esa situación da cuenta el informe publicado en 2022 por el Programa para el medio ambiente de la ONU; entre otras: aumento acelerado del deterioro de los ecosistemas, más de millón de especies en peligro de desaparecer para siempre, 75% de la superficie terrestre afectada, sobreexplotación alrededor de 90% de la población de peces y afectación de 66% del área oceánica; 70% de la proyección de la pérdida de la biodiversidad terrestre ocasionada por la expansión agrícola. Todo esto sin mencionar los efectos sobre el cambio climático. El ser humano es responsable en buena medida de todo ese deterioro. Entonces, ¿No valdría la pena enfocar la tarea hacia una mejor formación cultural y educativa? En este caso también habría que revisar las estrategias que utilizan las instituciones vinculadas con ese propósito, pues las riberas de los ríos, las costas marítimas, , el vertedero de Cerro Patacón, y las calles de diferentes ciudades y pueblos muestran que la población no ha valorado suficientemente su responsabilidad social en la situación descrita.
Esta situación es un indicador fuerte de que las disposiciones legales que procuran la protección general del ambiente, cuencas hidrográficas, vida silvestre, cobertura forestal, el agua o la educación ambiental la legislación, políticas, estrategias y acciones desplegadas, desde la última década del silgo XX, no han logrado disminuir significativamente los peligros que acechan a nuestros recursos vitales.
EDUCACIÓN Y PRESERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD
En el terreno de la educación escolarizada, de acuerdo con las estadísticas del Ministerio de Educación, el sistema educativo atendió el año pasado una matrícula de 1,008,635 estudiantes que representan aproximadamente el 25% de la población del País. Todos los niños y jóvenes representan una población cautiva sobre la que el sistema educativo puede realizar un proceso sostenido de toma de conciencia cerca del entorno natural y artificial; principalmente en el nivel obligatorio de 6 a 15 años.
Esto significa, que dicho sistema es una piedra angular en la reversión de algunos efectos indeseables de una deficiente comprensión del problema ambiental. En parte, esa situación puede obedecer a que el tema de nuestra relación con el medio natural y artificial tiene características semejantes a las que muestra el entorno social en todo el país.
Esto es, la fragmentación y discontinuidad de contenidos y prácticas definidas en la propuesta curricular, es decir, el Plan de Estudios y los Programas de asignatura de la propuesta curricular de 2014 que se ha utilizado hasta el presente. En ésta no es posible advertir un eje transversal en el que confluyan objetivos, contenidos, actividades y formas de evaluación vinculados la problemática ambiental. También hay ausencias conceptuales, referencias a hechos concretos relacionados con la problemática ambiental, o disposiciones legales, que para ese entonces ya existían.
Pero la situación es más complicada, pues en 2023 se informaba que más del 75% los programas de las asignaturas de la formación inicial de los docentes (Bachillerato Pedagógico), y de la licenciatura en Educación Primaria de la Facultad de Ciencias de la Educación, analizados en dos momentos diferentes, 2013 y 2022 (Tristán y Bernal), dejaba por fuera el tratamiento de la situación del medio ambiente.
Esto significa que, durante ese período, difícilmente la población estudiantil recibió una formación que favoreciera la cultura ambiental. Todo esto, aunque en diferentes momentos se promulgaron leyes vinculadas a la protección del ambiente; así como una Ley General de Ambiente de protección a las cuencas hidrográficas, la cobertura forestal o la vida silvestre (1994- 2002).
La Ley sobre Educación Ambiental llegó veinte años más más tarde; justo cuando se modificaron los programas de la Educación Básica. Esto podría explicar por qué en esos documentos no se advierte la adecuación de sus objetivos, contenidos y prácticas integradas y organizadas con una presencia definida como señalaron Tristán y Bernal. Así las cosas, podría decirse que, durante dos décadas, el sistema educativo, perdió la oportunidad de ejercer una influencia importante en la formación de los estudiantes; es decir, muy poco se hizo con relación a una cultura ambiental.
La educación ambiental es uno de los ejes transversales del curriculum de la educación básica. Y hay información generada por Mi Ambiente y el Ministerio de Educación que muestra el interés por darle una orientación más consistente con su carácter de obligatoriedad en interés de la formación paulatina que se integre al conjunto de los aprendizajes de cada nivel.
No obstante, también hay que mencionar que durante la pandemia el Ministerio de Educación y Mi ambiente publicaron documentos orientadores para docentes y guías de trabajo para los estudiantes identificando ejes fundamentales para tratar los temas relacionados con el ambiente. Entre ellos “”… biodiversidad, ecosistemas marinos costeros, cambio climático, manejo adecuado de desechos sólidos y prevención del riesgo a desastres”. aunque no se encontró evidencia de los resultados de esta iniciativa.
CONSIDERACIONES FINALES
Al final de este escrito es pertinente señalar que durante la pandemia se publicó un documento que informa cerca de los principales problemas ambientales; en la presentación se indica, que aún persisten diferencias conceptuales y teóricas en su definición. (Mi Ambiente, 2022). Pero esto no se limita a Panamá. Como ejemplo de esta situación, en el año 2023 la Asociación Para la Defensa de la Naturaleza y los Recursos de Extremadura (APANEX, España describía la confusión que existe entre conceptos como naturaleza y medio ambiente, describiendo los problemas que se derivan de las diferentes interpretaciones que pueden hacerse y afectan las formulaciones de políticas, estrategias, proyectos y actividades que tienen como objetivo conservar y proteger el suelo, el aire, las aguas de mares y ríos y la biodiversidad que los habitan.
Todo esto evidentemente impacta los procesos educativos que tienen ese propósito; Panamá no escapa de esa problemática.
Así que, si bien lo que le ocurra al salmón no requiere que en Panamá se derriben los muros de viejas represas para facilitar su reproducción, río arriba, si acabamos con los bosques, lamentaremos la desaparición del jaguar.
Referencias.
-Adenex (2023)Marcando la diferencia entre naturaleza y medioambiente
-Ministerio de Ambiente (2023). «Diagnóstico de Bosques y Otras Tierras Boscosas 2023»
https://sinia.gob.pa/el-diagnostico-de-cobertura-de-bosques-y-otras-tierras-boscosas-2023
Ministerio de Ambiente (2022) Principales problemas ambientales de Panamá.
Ministerio de Educación. (2014) Guía de educación ambiental y prevención de riesgo a desastres. https://www.educapanama.edu.pa/sites/default/files/documentos/guia_de_educ._ambiental_para_prekinder_y_primaria_0.pdf
Ministerio de Educación, (2014) Programas de Educación Básica General.
–Proyecto primates panamá, (2024). Mensaje sobre el día mundial de la diversidad biológica. https://proyectoprimatespanama.org/
Tristán Mojica, M.., & Bernal Caballero, D. del C. (2023). La educación ambiental en el curricular para la formación inicial del docente en panamá. REA: Revista Científica Especializada En Educación Y Ambiente, 2(1), 102–122. Recuperado a partir de https://revistas.up.ac.pa/index.php/rea/article/view/3809